MACHO III, ‘mulo’, probablemente tomado del port. macho íd., antiguamente muacho, derivado de muo (hoy mu), que viene del lat. MȢLUS>.

1.ª doc.: Juan de Mena, † 1456 (NBAE XIX, 219); 1605, Quijote I, xvi, 56.

En poesía compuesta en 1605 lo emplea Góngora jugando con el doble sentido de la palabra (ed. Foulché I, 265-6)1; también aparece en la 2.ª parte del Quijote (1615), en Covarr. (1611) y en Oudin (1607). Desde entonces es frecuente: léese en un inventario murciano de 1614 («tres mulas viexas y un macho ciego», BRAE XIII, 502), en Quiñones de B. y varias veces en Quevedo (Buscón, ed. Cl. C., p. 99; Premáticas, íd., p. 39). Pero falta en fuentes anteriores, que en cambio traen mulo: Percivale (1591), C. de las Casas, PAlc. (mulo y muleto), Nebr., APal. (45d, 228d, 290b, 290d)2, Glosarios de Toledo y del Escorial, y un doc. de 1042 (Oelschl.)3. Esto no nos autoriza a asegurar que macho no se empleó con este sentido en castellano antes de princ. S. XVII, antes el ej. aislado de J. de Mena ya demuestra su empleo en el S. XV, pero sí nos da motivo sobrado para sospechar que no sería entonces palabra general ni antigua en el idioma. Desde 1886 se viene discutiendo si nuestro vocablo es idéntico al adjetivo macho MASCULUS O es portuguesismo derivado de MȢLUS>, como sugirió Carolina Michaëlis (Misc. Caix, 135-6), y en uno y otro sentido se han dado bastantes argumentos de naturaleza semántica o fonética, pero salvo la erudita que planteó la cuestión nadie ha cuidado de llevarla al terreno de la historia filológica del vocablo, donde podía y debía resolverse. Aunque algunas opiniones de peso se declararon por la idea de D.ª Carolina (M. P., Manual, § 4.6; M-L., REW, 5742), por lo común fué acogida con incredulidad; Adolfo Coelho, C. de Figueiredo, Mégacles y otros se declararon en contra, y en Portugal encontró tan poco favor que la propia autora lo reconoce posteriormente y parece vacilar en su idea4; últimamente un lingüista de criterio tan independiente como Rohlfs ha afirmado repetidamente que es lo mismo que MASCULUS y se ha detenido en justificar esta etimología desde el punto de vista semántico; no hacía gran falta, pues es un hecho que machorra significa ‘estéril’ y que abundan palabras de esta formación en otros romances y demás idiomas5, pero Rohlfs sospecha que la voz castellana no es más que un calco del vasco mando, que además de ‘mula’ o ‘mulo’ significa ‘estéril’ y también ‘duro, lo opuesto a blando’ y ‘grande’, de lo cual deduce que primitivamente valdría ‘macho, masculino’ ―lo cual, desde luego, no está probado, aunque no negaré esta posibilidad, comp. la nota 5―; además si viniese de MȢLUS ―dice― tendríamos *muacho, y con el asterisco prueba su creencia de que tal forma no existe (ZRPh. XLVII, 403; ASNSL CLXII, 155).

Sin embargo, ya D.ª Carolina dió pruebas de lo contrario, aunque por desgracia citando ediciones de manejo incómodo, y con la desgracia de una errata tipográfica que impedía la comprobación. Cito, pues, las pruebas en ediciones más elaboradas y modernas: «e, se ficardes en besta muar, / eu vos conselho sempre a ficar / ant’en muacho novo ca en mua», en el gallego Joan García de Guillade, med. S. XIII (ed. Nobiling, v. 1076; o bien Colocci-Brancuti, n.° 409); «E d’este cambho foi el enganado / d’ir dar rocim feito e corredor / por ?a muacha revelador, / ... / por mua mal manhada / ... / melhor fôra dar o rocim doado / ca por tal muacha remusgador...», en Don Denís (ed. Lang, vv. 2655 y 2666; o bien Canc. da Vaticana, 1109). Por lo demás, agregaré por mi cuenta que el vocablo no fué exclusivamente portugués en su origen, sino también leonés, aunque en León lo he hallado sólo como apodo: Fijos de Mulacho en doc. de 1260 (Staaff, 80.9), y luego Martín mulacho (íd., 80.25). Examinando con atención los testimonios gallego-portugueses, vemos lo que ocurrió. Muacho significaba primeramente ‘muleto, machuelo, mulo joven’ (muacho novo), y también muacha sería ‘machuela’; después, como tan a menudo ocurre con nombres de animales, el nombre del animal joven se generalizó a todas las edades, y si esto ocurrió sólo con el masculino, fué porque mu, por su estructura fonético-morfológica anómala, creaba unas dificultades que los hablantes no encontraban en el femenino mua: recuérdese la historia de tantas palabras portuguesas en casos análogos, como aa ALA sustituído por asa, s(a)ar SANARE cambiado en sarar, alguma superponiéndose a algu(a) (frente a algorrem ALIQUNAM REM), escada victorioso sobre esca(a). Ya Michaëlis hizo observar que la reducción de muacho a macho no era extraña en un idioma que cambia consoante en consante, quatro en catro, coalheira en calheira, soarego en sarego; en el caso de m(u)acho ayudó indudablemente el carácter labial de la m, que tendía a absorber la u siguiente, ya débil por su posición pretónica y en hiato; y la etimología popular MASCULUS ―provocada irresistiblemente por el hecho de que el macho masculino se oponía a la mua hembra― acabó de dar la última balanzada6. La historia de la remonta nos podría ilustrar sobre las razones que motivaron la invasión del port. macho en tierras castellanas, como las que han motivado la ulterior expansión hasta Cataluña7 y los Pirineos gascones; desde luego contribuiría la fuerza que daba al vocablo su aparente explicación lógica: macho = pareja masculina de la mula, como macho = pareja masculina de la cabra.

Ac. secundaria: ‘hombre necio’ [Aut., que da el ej. macho cargado de letras].

DERIV.

Machuelo [Góngora, 1605]. Machada ‘necedad’.

1 Poco después lo pone, en contexto portugués, en una poesía bilingüe (II, 238).―

2 En este último pasaje con explicaciones muy detalladas. Parecería natural que, si entonces se empleaba macho, hubiera indicado este sinónimo.―

3 Además el femenino mula en el Cid, Apol., Calila, J. Ruiz, J. Manuel y otros.―

4 En RL III, 185, puesta a citar ejs. de desaparición de una u átona en hiato, manifiesta que no se atreve a citar macho, en vista de lo mal acogida que fué esta etimología. En KJRPh. IV, 343-4, propone un compromiso: MȢL-ACEUS habría debido dar *muaço y si en realidad pasó a muacho > macho fué por un cruce con MASCULUS; en ese muacho contaminado habría que buscar ―sospecha ella― el origen del sufijo -acho, que de ahí se habría extendido a lebracho, lobacho, muchacho, riacho, camara(n)chón, etc. Hoy que el problema de -acho, -ucho, -icho, debe considerarse resuelto, no podemos tomar en serio esta ocurrencia (desmentida también por el leon. mulacho): la -ch- tiene origen vario en estos sufijos, a menudo italiano, algunas veces vasco-aragonés, pero en la gran mayoría de los casos se debe a mozarabismo, así en portugués como en cast., y de esta procedencia forastera-dialectal (sobre todo de un dialecto de moriscos y gente vencida, como el llamado «mozárabe») viene el fuerte tono despectivo o afectivo de este sufijo.―

5 Nótese, sin embargo, como he observado en MACHO I, que se trata normalmente de adjetivos o sustantivos femeninos, a los que se compara con un macho por su infertilidad o esterilidad. Pero ya es más extraordinario caracterizar como estéril a un animal masculino llamándolo ‘macho’, cuando precisamente el macho se opone a la mula, que es a la que mejor habría sentado el nombre de machorra. En vasco mismo observa Azkue que muchos distinguen entre la ‘mula’ o mando, y el ‘mulo’ al que llaman con una formación derivada, y por lo tanto secundaria, mandar: es cierto que otros adoptan otros procedimientos, pero aquél ha de ser el más antiguo.―

6 No estaría por demás que los eruditos portugueses nos indicaran testimonios portugueses de la forma reducida macho ‘mulo’ que tuvieran alguna antigüedad (está ya en Bluteau, 1715), pero en realidad no es indispensable.―

7 Hoy bastante general, por lo menos en todo el dominio continental de la lengua, y ya no reciente: en 1575 el Thes. Puerilis de Onofre Pou (p. 38) da: «macho: burdo, -onis» junto a «mul, mula: mulus, -a»; diccionario de autor gerundense, pero lleno de voces de Valencia, donde vivía el autor; aparece también matxo en 1585 en la Seo de Urgel (Carreras Candi, Misc. Hist. Cat. V, 83, 84).